La Sagrada Escritura como traditio qua y traditio quae
La Iglesia se basa en la Tradición y en la Sagrada Escritura para seguir manteniendo los fieles en la fe
y transmitiéndola a través del tiempo. En este ámbito la revelación se concluyó
una vez con la venida de Jesucristo, pero se sigue al mismo tiempo haciendo memoria
de aquel acontecimiento básico de nuestra fe que es la resurrección de Jesucristo, el Masías que nos reveló la
verdadera imagen de Dios a través del amor a los marginados, a los pobres, a
los excluidos de la sociedad según lo define los Evangelios, en la Sagrada
Escritura. De allí nace la pregunta ¿Cuál es la relación entre la Biblia y la
tradición?
Al inicio de este artículo,
vale importante partir de las definiciones de los dos conceptos, Tradición y
Sagrada Escritura, a fin de determinar en qué empeño ambos sostienen la Iglesia
en cuanto al contenido y a lo transmitido. La Tradición es en general definida
como transmisión a la vez inalterada y actualizada de la memoria de Jesús y de
la fe de los cristianos de distintas generación. Esta memoria se hace en la
historia vía la transmisión oral o escrita, resultado de lo que tenemos hoy
como Biblia o Sagrada Escritura. Eso fue definido a través de tiempo. Al
revelarse a sí mismo y a los hombres, Dios lo hizo a través de manos humanas
para que su pueblo pueda descubrir el mensaje de Dios y prepararse a responder
íntimamente en su experiencia de vida, de fe. La Sagrada Escritura es la
palabra de Dios puesta por escrito, transmitida por inspiración del Espíritu
Santo y abarca el Antiguo y el nuevo Testamento según definido por el canon, es
decir el conjunto de normas de fe y el conjunto de requisitos, con los que
tuvieron que cumplir los diversos escritos para ser considerados como
inspirados.
La Tradición es la
memoria actualizada, no solamente el recuerdo del contenido en el pasado. El
hecho de que la Biblia contiene el mensaje de Dios, es eso lo que podremos
definir por el concepto de Tradicio quae.
De toda manera, hay verdades reveladas en las Sagradas Escrituras, que sin
ayuda de un interpreta no se puede entender por cualquiera persona. Hay una
intervención del Espíritu Santo en la interpretación, pero sigue siendo el hombre
como voz de transmisión de esta palabra de Dios. Este mensaje de la Biblia, en
cuanto transmisor, es pues lo que se puede llamar Tradición qua. En la Iglesia,
hay entonces unas cosas que se puede actualizar, modificar hasta cambiar, y
otras que no. Esto que no se puede cambiar es la misma revelación de Dios que
nos dio por medio de su Hijo Jesucristo, y que pues recibimos por los
Apóstoles, enviados directos de Jesús para anunciar el Reino de Dios.
La razón de que una
Tradición (eclesial) puede ser aceptada, modificada o cambiada, y no la
Tradición (Apostólica), implica una vinculación entre la misma Sagrada
Escritura y la transmisión de la fe hasta hoy, en la unidad e interdependencia.
El contenido de la Sagrada Escritura no se puede entender, ni ser recibido si
no es anunciado. De igual manera, no se puede transmitir una revelación
recibido sin tener fuente, sin ser iluminado por la misma Palabra de Dios. Con esa
vinculación, se entiende que ninguna está encima de la otra, sino que se
complementan todas para el mismo objetivo de seguir aclareciendo al pueblo de Dios
formando una historia de salvación en el mundo. Así se puede estudiar lo que
ocurrió antes, y en orden, antes de poner por escrito la Sagrada Escritura, o definir
los libros canónicos, ya existía esta transmisión oral de la palabra de Dios. Y
también ahora que ya está escrita, sigue siendo transmitido de manera verbal
(oral o escrito) y real (liturgia).
En conclusión, la relación
entre Sagrada Escritura y Tradición está en el hecho de que nosotros seguimos
actualmente meditando lo que nos transmitieron los Apóstoles, los cuales
estaban en directo con el Salvador Jesucristo. Nos lo transmitieron también por
obra del Espíritu Santo, el guía por siempre en nuestro camino de Fe. Esta memoria
se hace pues sabiendo que ambas realidades, sagrada Escritura y Tradición, se
necesitan y se completan por hecho de que si la tradición precedió a la Sagrada
Escritura, es por último la Sagrada Escritura que canonizó a la tradición. Eso hace
que tengamos hasta ahorita los libros conocidos como canónicos, la Sagrada
Escritura que sigue viva y activa en el seno de la comunidad. La Sagrada
Escritura y Tradición tienen pues “misma
fuente que es la revelación de Dios, y tienden al mismo fin, la salvación del
hombre”.[1]
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