Nuestro Patrono de las Misiones San Francisco Javier, con su vida nos enseña grandes pasos a realizar a dentro de la vida de la misión. Al ejemplo del buen samaritano, Xavier tuvo compasión de la gente pobre y quiso quedarse con ellos hasta la entrega total de su vida. Con sus oraciones y voluntad de llevar la Buena Noticia de Dios hasta los confines de la tierra, puso en disponibilidad toda su energía a fin de que el pueblo de Dios sea salvado, siguiendo las huellas de Jesucristo. En tiempos en que " muchos cristianos sienten la tentación de la indiferencia, del retraimiento o incluso de la deserción y del abandono, San Francisco nos invita a renovar nuestro amor sincero y entusiasta hacia Jesucristo, a caminar por la vida con la seguridad y la fuerza que nos da el amor de Dios".
ESCALONES DE SU CAMINAR MISIONERO
1. Oyó la voz de Dios y dijo “SÍ”
Nos enseña a seguir
escuchando la voz de Dios a través de un llamado específico, de un
acontecimiento, de un dolor, de una verdadera pobreza de los hermanos: “el
alejamiento y desconocimiento de Dios “. Nos enseña a salir de nosotros mismos
y cruzar los mares de nuestro entorno y lanzarnos a la Misión, la
evangelización, a testimoniar el Evangelio con nuestra vida cotidiana de
jóvenes comprometidos por el reino de Dios. Al Ejemplo de San Francisco Xavier,
se nos pide hablar de Jesús y, hacerlo conocer para que lo amen al conocerlo.
Cada día, cada segundo de nuestra vida es un ser misionero, Javier no descansó,
nuevas ideas, metas, actividades surgían y las ponía en práctica. Sigamos su
ejemplo, hay un campo abierto esperando nuestro si, nuestra
generosidad, entrega y servicio.
2. Recorría grandes distancias para hablarles de Dios
Así lo hizo al llegar
a India, se va a la costa de Pesquería, los paravas, que hasta entonces ni
siquiera conocían el nombre de Cristo, no sabían quién era Dios, recibieron el
bautismo en grandes multitudes. Inquietud misionera que nos debe interpelar,
que cuando hoy todavía en nuestro rededor, muchos se alejan de Dios y no saben
lo que quiere decir la verdadera esperanza, justicia y caridad.
3. Oración y contemplación
Xavier fue hombre
también de intensa vida de oración. Antes de su consagración al apostolado,
desde su infancia hasta los 19 años en que partió para París, todos los días
acompañaba a su madre a rezar la salve ante la imagen de santa María de
Xavierre, que presidía la Iglesia parroquial junto a su castillo natal.
En India, Japón,
después de una intensa actividad, se postraba ante Jesús, como nosotros hoy; en
el Sagrario de su choza, oraba, dormía un poco y al despertar seguía en
oración. Nos dice: “sin oración no hay misión”. En sus años
de Misionero, llevaba colgado al cuello el rosario. Esta devoción mariana la
propagó el santo por la India, por Oceanía y el Japón… Y con dulcísimas
jaculatorias a María terminó sus días en el islote chino de Sancián.
4. Gran amabilidad
Decía: “hágase
amar y así influirá” Se le acercaban niños a quien atendía con
cariño.
5. Catequista y Evangelizador
Por donde pasó, Goa,
las Molucas, Malaca, Japón, dejó establecida, como Pablo, comunidades
cristianas, pequeñas iglesias, que conservaron la fe por el testimonio de
Javier. Cuando se recomenzó la evangelización del Japón, a fines del siglo XIX,
se presentaron a los nuevos Misioneros, millares de cristianos que habían
mantenido su fe, durante dos siglos y medio de cruelísima y continua persecución,
sin sacerdotes y sin templos.
6. Amó a la Iglesia y se entregó por ella
"Por los méritos
de la Santa Madre la Iglesia, en que yo mi esperanza tengo (y cuyos miembros
vivos sois vosotros), confío en Cristo Nuestro Señor que me ha de oír y
conceder esta gracia: que use este inútil instrumento mío, para plantar la
Iglesia"
7. Confianza en Dios
Son muy
significativas sus palabras en una carta dirigida a su querido pariente el
doctor Azpilcueta, antes de embarcarse para la India: "Desde que he
adquirido algún conocimiento mío… procuro poner en Dios toda mi esperanza y
confianza". El mismo Xavier nos confiesa: "Yo sé de una persona (se
refiere a sí mismo) a la cual Dios hizo mucha merced, ocupándose muchas veces
así en los peligros, como fuera de ellos, en poner toda su esperanza y
confianza en él, y el provecho que de ello le vino, sería muy largo de
escribir"
8. Supo
adaptarse a las costumbres.
Para instruir a los
pequeños y a los ignorantes, el santo solía adaptar las verdades del
cristianismo a la música popular, un método que tuvo tal éxito que, poco
después, se cantaban las canciones que él había compuesto, lo mismo en las
calles que en las casas, en los campos que en los talleres.
9. Nos dice en sus cartas
Hace emocionantes
llamamientos a los estudiantes y profesores de las universidades, a los
religiosos de todos los institutos para consagrarse por entero al apostolado
misionero. Un gran aliciente incluirá siempre en estas llamadas: el gozo de la
evangelización, la consolación interior que supone dar a conocer y amar a
Jesucristo entre los que lo ignoran, la alegría de haber encontrado el
verdadero sentido a nuestra vida, participando con Cristo en el plan divino de
salvación universal.
10. Amor de Dios. Ardor misionero
Un amor que como
verdadero que es, no se encierra en sí mismo, sino que sale hacia los demás, a
los que también quiere quemar. En este tiempo de cuaresma, dejémonos conducir
por Cristo, siguiendo sus pasos al ejemplo de San Francisco Xavier que
"Fue un hombre cuyo temperamento de fuego quería cumplir la exclamación de
San Pablo: "Que él reine". Imitando este clamor de San Francisco
Xavier, digamos todos: "¡Qué sea conocido y amado, nuestro Señor
Jesucristo!"
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